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Discurso Mons. Dr. Fausto R. Mejía Vallejo en Sexagésima Séptima Graduación Ordinaria
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- Publicado el 30 Marzo 2015
Mons. Dr. Fausto R. Mejía Vallejo, Rector y Gran Canciller UCNE.
Hoy es un día especial y memorable para esta familia de la Universidad Católica Nordestana, para ustedes graduandos y graduandas, para sus padres, hermanos, familiares y amigos, porque celebramos con júbilo y gozo esta Sexagésima Séptima graduación. Los felicito y me uno a su alegría y a su acción de gracias al Señor. Como Rector me corresponde ahora darles la última cátedra.
Pasaron días, meses y años llenos a veces de incertidumbres, dificultades, esfuerzos y sacrificios, hasta terminar hoy felizmente con el título que los acredita como profesionales; se les abre así las puertas del trabajo y a la vez, los introduce también a ese pequeño club de privilegiados que acceden a un título de educación superior. Por eso tienen derecho a sentirse satisfechos y contentos, para celebrar su fiesta y su triunfo donde la toga y el birrete son los testigos mudos de su éxito.
Queridos graduandos y graduandas, dentro de un rato se les va a llamar por su nombre, y se oirá algún chillido de alegría de parte de los suyos; recibirán su título: felicidades y éxitos; después harán el cambio de borla, porque ya son profesionales, algunos birretes al aire y el griterío juvenil. Después vendrán las felicitaciones, el agasajo en la familia o en algún restaurant. Mañana se levantarán un poco más tarde, pero por favor vayan a la Misa a dar gracias al Señor, y el lunes unos a su trabajo y otros a preparar su curriculum vitae para solicitarlo. De todos modos la vida continuará su agitado curso.
Se llevan de la universidad un título, pero más que el título se llevan el conocimiento que nunca les puede ser sustraído, porque es algo inherente y personal a cada uno. Este viajará con ustedes donde quiera que vayan, pero con el viajará también el compromiso y la responsabilidad de actuar de acuerdo a lo que son: profesionales.
Háganse conscientes de su responsabilidad social y de la deuda moral que contraen con la sociedad en la que están insertos. No piensen nunca solo en clave de dinero, de fama y de prestigio; sino luchen y esmérense por ser grandes al estilo de Jesús y del Evangelio: por su capacidad de servir y hacerse hermanos de los demás.
Celebren, canten, bailen y ríanse, pero dense cuenta del momento histórico que vivimos y de la sociedad donde nos movemos. Para saberlo no hay que ser sociólogo ni cientista social, sólo hay que abrir los ojos, ver y leer los noticieros. Estamos en uno de los momentos más controversiales y complejos de nuestra historia republicana.
Nos movemos y vamos caminando hacia una nueva civilización, eso explica esa ola de turbulencia, inseguridad y crisis social que estamos experimentando, que pueden generar en nosotros ciertas confusiones, mediocridades y superficialidades; que nos pueden alejar de la meta trazada; si olvidamos que la crisis son hermosas oportunidades para poner a funcionar las iniciativas; para innovar y encontrar el rumbo adecuado que debemos tomar hacia la realización.
Ya nos adentramos en la mitad de la segunda década del siglo XXI, que nos puede llevar a un orgullito intelectual, porque ya estamos globalizados; porque la victoria de la tecnología inauguró una nueva sociedad: la de la información y del conocimiento, que viene a ser como una nueva aurora que vislumbra un hermoso amanecer; porque avanzamos hacia una nueva Telépolis o nueva ciudad a distancia, en línea y digital; pero a la vez no olvidar que hace tiempo que se fue sacando de circulación del line up la dimensión ética y moral; que va haciendo que la misma globalización se convierta “en un tren sin freno que arrolla todo lo que encuentra a su paso” al decir del teólogo Hans Kung; y que nos confirma el aforismo popular que dice “ciencia sin conciencia es la ruina del alma”.
Eso es exactamente el contenido del Documento: La Justicia y la Paz se besan, del 27 de Febrero de los obispos dominicanos, donde hacen una hermosa radiografía de la situación nacional, indicándonos dónde la justicia y la paz no se besan “en la violencia y la desigualdad institucional, que se pone de manifiesto en la debilidad de la justicia social en casi todas las esferas básicas, como son: la salud, la vivienda, la falta de oportunidades de trabajo, la seguridad personal, la injusta distribución de los bienes y la precariedad de los servicios públicos.
Además se percibe en la deficiencia del sistema eléctrico, en la corrupción pública y privada, en el creciente endeudamiento; en la no independencia de los poderes públicos; en el auge del narcotráfico y el consumo de las drogas; en el aumento de los juegos y el exceso de las bebidas alcohólicas; en la ruptura de la vida familiar; el clientelismo político y en la creciente pobreza donde la mayoría carece de lo elemental”.
Queridos graduandos y graduandas, esas son situaciones más que suficientes, para que ustedes se pongan de pie y con disponibilidad para ir sustituyendo la cultura de la muerte por la cultura de la vida; la cultura de las trampas y de la mañosería, por la cultura del trabajo, de la honradez y del respeto a los bienes ajenos.
Sepan que hoy se gradúan de profesionales, pero el título no les gradúa de la vivencia de los valores fundamentales, que es lo que más necesitamos en la vida; cultiven por tanto los valores éticos y morales y por supuesto los valores humanos, tales como: La amistad, el trabajo, la solidaridad, la honradez, el servicio, el respeto, la responsabilidad y la sencillez.
Aléjense de los encantadores de serpientes y de los vendedores de ilusiones, que piensan que la felicidad y la realización del ser humano están en obtener dinero fácil, amor sin propósito y triunfo sin sacrificio. Mantenerse siempre en la trinchera del honor, convencidos de lo que decía José Martí que “a un general no se le mide por las victorias ganadas, sino por las estrellas que lleva en la frente”.
Tal vez hoy como ayer necesitemos algunos Montesinos, y esos pueden ser ustedes, que inspiren a los nuevos Duarte, que se atrevan a decir otra vez: libertad, independencia y soberanía nacional; que pongan inspiración a nuevos Pedro Mir para que nos digan de nuevo que “hay un país en el mundo en el mismo trayecto del sol, oriundo de la noche…”; que dé coraje y valentía a nuevos Luperón, para que empuñen la espada de la dignidad y del decoro, y así frenen y paren en seco, a los traficantes y consumidores de drogas, que llevan a tantos jóvenes a las cárceles y a las tumbas.
Montesinos que llenen de nobles ideales a una nueva generación de jóvenes que se atrevan a cantar con la raza inmortal “dulce y decoroso es morir por la Patria”; todo eso bajo la guía del Maestro de Nazaret que nos dice “que hay más alegría en dar que en recibir”.
Esos son motivos más que suficientes para vivir con optimismo; por eso no descuiden el águila que duerme en cada uno de ustedes, despiértenla y vuelen alto hacia el infinito; potencien su autoestima, confíen en ustedes y crean en su capacidad.
Tal vez puede ayudarles este cuentecito de un autor anónimo que dice así: “Una vez nació una flor en medio de piedras. Nadie sabe cómo consiguió crecer y ser una señal de vida en medio de tanta tristeza. Pasó una joven y quedó admirada con la flor, luego pensó en Dios. Así que cortó la flor y la llevó a la Iglesia. Una semana más tarde, la flor había muerto. Pasó un hombre, vio una flor pensó en Dios, agradeció y la dejó allí; no quiso cortarla para no matarla. Pero días después vino una tempestad y la flor murió. Pasó una niña y vio que aquella flor era parecida a ella: bonita, pero sola. Entonces decidió volver todos los días. Un día la regó, otro día le trajo tierra, otro día la podó, después le arregló el sitio, le colocó abono… Un mes después, donde antes hubo piedras y una flor, ahora había un jardín. Así se cultiva el valor de la responsabilidad.
Eso lo ha entendido y vivido muy hermosamente Warren Buffet uno de los tres hombres más rico del mundo. El aconsejaba a la juventud lo siguiente:
“¡Aléjense de las tarjetas de crédito e inviertan en ustedes! Y recuerden: Que la vida es tan simple como ustedes la hagan! No hagan lo que los otros digan. Escúchenlos, pero hagan lo que lo hace sentir mejor. No se vayan por las marcas. Pónganse aquellas cosas con las que se sientan cómodo. No gasten su dinero en cosas innecesarias. Gasten en aquellas cosas que de verdad necesitan. Después de todo, es tu vida. ¿Para qué dar la oportunidad a otros de manejártela? Si el dinero no sirve para compartirlo con los demás, entonces ¿para qué sirve? Ayuden, aunque no puedan hacerlo; siempre habrá bendición para aquellos que saben compartir”.
Todo eso quiere ser una llamada para que ustedes ejerzan un liderazgo responsable en su pueblo; no importa del tamaño que sea y la magnitud que tenga; lo importante es que se dejen sentir en lo que hacen; esmérense en hacerlo bien; descéntrense de ustedes mismos y pongan la mira y el corazón en lo que pueden hacer por los demás; atrévanse a dejar huellas para la historia.
Esto será así, si ustedes asumen “el liderazgo no desde la óptica del poder que congrega y disgrega, que genera competencia y lucha, que despierta y nutre apetitos, que da paso a conflictos y egoísmos”, como lo afirma Guillermo León Escobar en su libro “Humanismo cristiano y Liderazgo”. “sino que deben asumir el liderazgo bajo la óptica del servicio, que atrae la solidaridad, la participación y levanta las ideas del Bien Común y de la calidad de la vida en todas sus dimensiones, como proyecto finalista que da sentido a todos los esfuerzos de una comunidad en marcha”.
En estos momentos eso se hace urgente y necesario. Es preciso contar en cada pueblo y comunidad con hombres y mujeres que sean artífices de su propio destino, que ejerzan un liderazgo comunitario y participativo; que asuman la rienda y el destino de su sociedad; que paren en seco esa partidocracia tramposa y corrupta; que ayuden a los partidos políticos a someterse al imperativo de la ley, la constitución y la democracia.
De ese modo devolverían a la política su esencia que es servir al Bien Común o bien de todos; y contribuirían a que se erradique así ese vergonzoso clientelismo y ese individualismo feroz que se apropia de un modo desconsiderado del patrimonio que corresponde al bien público.
Para eso son oportunas las palabras del carismático y político de profesión Georges Pompidou cuyo último testimonio de su vida recomendaba en su libro El Nudo Godiano, el llamado a los ciudadanos diciéndoles “Se necesitan instituciones que aseguren, en todas las etapas de la vida, en todos los escalones de la sociedad, en todos los marcos en que se inserta la vida individual: familia, profesión, provincia, patria, el máximo de agilidad y libertad con el fin de limitar los poderes del Estado: de no dejarle sino lo que es de su propia responsabilidad, y que los ciudadanos gestionen sus propios asuntos de su vida personal, social y comunitaria”.
A eso añade Paulo VI “la necesidad de crear en el hombre latinoamericano una sana conciencia moral, sentido crítico frente a la realidad, espíritu comunitario y compromiso social. Todo eso hará posible una participación libre y responsable en comunión fraterna y dialogante para la construcción de una sociedad verdaderamente humana”.
Váyanse con su título lleno de optimismo, con la firmeza de que el triunfo será la recompensa; pero vayan con sencillez y humildad, entendiendo que un título no los hace mejores ni peores que nadie, sino que es una herramienta de servicio para construir puentes de entendimiento, de solidaridad y de paz.
San Francisco de Macorís, 28 de Marzo de 2015.